Bajo mínimos

Bajo mínimos, en palabras del autor, es una novela honesta. Trata de la vida y sus avatares. Ahondando un poco más, cabe decir que el autor plantea cómo el sujeto de la modernidad es prisionero y esclavo de las imágenes ilusorias y utópicas impuestas, y que persigue. Que sea una novela honesta, quiere decir, quizás, que, sin alharacas ni alardes, sin mayores pretensiones, pero huyendo de lo políticamente correcto, de los dictados de la moda, aborda el fracaso del ímpetu que se quiere emancipador de la modernidad. En este sentido,  la novela que le presentamos tiene un interés doble:  por un lado constituye una estampa (una fotografía si se quiere) de la realidad actual, y por otro, leemos que el tan acarreado mileurismo, y la pospandémia devienen tópicos que ocultan la imposición frente a las expectativas de liberación, de una ultra modernidad tecnológica, como escribiera Wallerstein. En esto consiste en gran medida lo distópico de Bajo mínimos

Bajo mínimos, en palabras del autor, es una novela honesta. Trata de la vida y sus avatares. Ahondando un poco más, cabe decir que el autor plantea cómo el sujeto de la modernidad es prisionero y esclavo de las imágenes ilusorias y utópicas impuestas, y que persigue. Que sea una novela honesta, quiere decir, quizás, que, sin alharacas ni alardes, sin mayores pretensiones, pero huyendo de lo políticamente correcto, de los dictados de la moda, aborda el fracaso del ímpetu que se quiere emancipador de la modernidad. En este sentido,  la novela que le presentamos tiene un interés doble:  por un lado constituye una estampa (una fotografía si se quiere) de la realidad actual, y por otro, leemos que el tan acarreado mileurismo, y la pospandémia devienen tópicos que ocultan la imposición frente a las expectativas de liberación, de una ultra modernidad tecnológica, como escribiera Wallerstein. En esto consiste en gran medida lo distópico de Bajo mínimos.

            Junto con Por favor no empujen y Carroñero, con Bajo mínimos el autor completa su «trilogía del superviviente». Porque, en el fondo, Gonzalo no es más que un superviviente en un medio social de una inusitada hostilidad cuando menos latente. Pese a todo, el protagonista siempre se las arregla para conservar un humor socarrón que deviene antídoto natural contra los innumerables infortunios que le acontecen (¿o quizás es que el autor está dando cuenta de que la vida consiste en jugársela, si no, no hay partido?). Los personajes luchan en lo que se llama “nueva (?) normalidad” por conseguir los medios (tal vez un trabajo precario e insignificante) que les permita su mínima cota de satisfacción. Quizás la trama novelada —la realidad que viven los personajes—, se apoye en los lineamientos de esta “nueva normalidad” y en los efectos subjetivos que está teniendo, tanto a nivel individual, como colectivo.