Lo bueno de ser una rata

Dámaso, un poeta tan ignoto que ni él se sabe como tal, erra por una realidad en la que sospecha, desconfía y recela. Vagando por la Gran Ciudad participa de la gestación de cavilaciones que invitan a pasear por un abismal desamor, por una soledad bien fría y por una frenética crisis existencialista…¿hasta morir?...

 Cuando decidí embarcarme en este proyecto no busqué marinos que me siguieran por este mar de versos que anegan mi vida, sino más bien amigos que permanecieran a mi  lado si el barco encallaba o vagaba a la deriva y perdido. Amigos que, más allá de si este navío llegaba o no a puerto, permanecieran arriando sus velas con la misma fuerza que el día que partimos sin rumbo fijo. Y como el que busca encuentra, yo encontré. Encontré a Paco Bermejo y su romántica trova. Un día este marinero llamó a mi puerta diciéndome que quería surcar los mares de la tinta y yo le dije que si tenía papel, lápiz y un poco de amor, le abriría las puertas de un camarote para que se hospedara en mi nave.

                                                                                                                                                                                          (Del prólogo de Raúl Gallego y Fran Bermejo)